La semana pasada estaba en el patio durante la hora del recreo en un campamento de verano. Durante este tiempo hubo un pequeño conflicto entre tres niñas que naturalmente derivó en llantos.
Lo ocurrido fue lo siguiente:
Dos niñas estaban jugando a espiar a otra. La niña que estaba siendo espiada se sintió incómoda y frente a la inseguridad e incertidumbre fruto de no saber hacer frente a esta situación conflictiva (culpa de padres y educadores que no les enseñamos cómo regularlo porque muchas veces no sabemos) decidió actuar de una forma un poco violenta, empujándolas, dando como resultado que éstas le insultaran.
Bien, hasta aquí el conflicto. Cuando las niñas me vienen llorando decido regular el conflicto como aprendí el año pasado tras la elaboración de mi TFG (Trabajo Fin de Grado).
Salimos fuera del aula, las niñas que han formado parte del conflicto y yo, como mediadora.
Antes de comenzar esperamos a que una niña que sigue llorando se calme, teniendo en cuenta cómo se siente, su estado de ánimo, hasta que se encuentra en condiciones de seguir.
Ahora, cada una de las partes cuenta su versión de los hechos. Hago preguntas a ambas partes para verificar las versiones y vamos a la parte complicada, preguntas de reflexión para que se den cuenta de cómo resolver la situación.
“¿Por qué has decidido empujarla?” “¿Por qué has decidido insultarla?” “¿Has pensado cómo se puede haber sentido cuando las has empujado?” “¿Ha servido de algo insultarla?”
Y aquí formulo la pregunta y recibo la respuesta del millón: “¿Qué podemos hacer para resolver la situación?” a lo que una de las niñas responde: “Tú nos tienes que castigar”.
Aún le sigo dando vueltas: a una situación conflictiva ponen una solución más conflictiva.
Llegados a este punto comienza el problema al que nos tenemos que enfrentar:
CONCEPTO Y REGULACIÓN POSITIVA DE LOS CONFLICTOS
Los problemas, las tensiones de la sociedad y los conflictos que cada vez se dan más en las aulas, pasillos y patios de las escuelas han provocado que sean muchas las voces de alarma que piden a las instituciones educativas que atiendan a la resolución de estos conflictos sociales, resultado de una crisis de valores (Fraile, 2008).
El aumento de los conflictos nos exige cada vez más hacerlos frente y para ello debemos tener en cuenta sus consecuencias.
Las consecuencias de los conflictos (provocan sentimientos de inseguridad, incertidumbre y emociones) a lo largo de la historia han provocado que se arraigue en la sociedad una idea negativa del concepto de conflicto, entendiéndolo incluso como destructivo (Lederach, 2000). Así, la Real Academia de la Lengua Española designa el conflicto como “una situación de lucha o desacuerdo entre dos o más personas de difícil salida que supone un apuro, aprieto o dificultad”.
Tras leer las definiciones de conflicto de numerosos entendidos del tema como Vinyamata, Ruiz Omeñaca o Lederach, entre otros, he llevado a cabo mi propia definición de conflicto:
“Situación de enfrentamiento entre dos o más personas producida cuando aparecen ideas, emociones, objetivos o actividades incompatibles entre sí, inherente al ser humano y necesaria para la vida, que se da diariamente y de forma imprevisible a diferentes niveles o intensidades producido por múltiples causas y un contexto concreto”.
Por lo tanto, si algo es necesario no tiene que ser negativo, ni mucho menos. Atendiendo a las palabras de Lederach (2000, p-45), el conflicto puede convertirse en un factor positivo para el cambio social. La perspectiva positiva del conflicto supone una oportunidad de evolución y de crecimiento personal. Así mismo, los efectos de los conflictos pueden ser destructivo o constructivos dependiendo de cómo se aborde el mismo (López y Eberle, 2003). En otras palabras, un conflicto mal regulado puede desembocar en violencia y malestar del grupo.
Aquí tratamos un nuevo punto.
DIFERENCIA ENTRE CONFLICTO Y VIOLENCIA
Lo primero que debemos de saber es que estos dos conceptos no son sinónimos sino que uno es el resultado del otro. Debemos entender los “fenómenos violentos” como una regulación inapropiada del conflicto previo. En palabras de Olga Elena Suárez Basto (2008, p.189) “la violencia podría entenderse como la forma oscura e inadecuada de enfrentarse a los conflictos”.
Anteriormente ya he definido el concepto de conflicto así que a continuación hago lo propio con el concepto de violencia citando a Cornella y Llusent, 2003):
La violencia o los comportamientos violentos se entienden como la discriminación y/o maltrato físico o psicológico intencionado a través de la anulación, coacción u opresión de la persona que atentan contra la integridad misma.
En conclusión, como podéis ver conflicto y violencia son conceptos totalmente distintos. El primero es una situación propia de las interacciones sociales entre los seres humanos que puede o no derivar en conductas violentas, mientras que la violencia es un acto entre dos personas, el agresor y la víctima, cuyo objetivo es causar un daño físico o psicológico de forma intencionada.
Llegados hasta aquí os preguntaréis qué recursos podemos utilizar para llevar a cabo una regulación positiva y apropiada de los conflictos.
RECURSOS PARA LA REGULACIÓN POSITIVA DE LOS CONFLICTOS
Para hacer frente a los numerosos conflictos que pueden surgir, no sólo en el aula, sino también en el patio e incluso en casa existe una gran variedad como puede ser el diálogo, considerado uno de los recursos más importantes ya que una buena comunicación es el principio para la resolución positiva de cualquier conflicto (aunque eso no garantice el éxito en todos los procedimientos).
Así mismo, durante el diálogo tenemos que tener muy en cuenta nuestro tono de voz. Nunca elevar la voz ni mostrar enfado ya que eso puede dificultar la comunicación de las partes del conflicto. Tan importante es el tono de voz como la escucha activa.
El juego también es un gran recurso, entendido como herramienta de aprendizaje y desarrollo de actitudes y competencias sociales. Otro gran recurso es el trabajo cooperativo.
Para finalizar este post, añadir que uno de los recursos que habría que utilizar como última opción para la regulación de conflictos y modificación de la conducta es el castigo ya que los castigos se incumplen con relativa facilidad, y en algunos casos, no contribuyen a la reforma o a la recuperación de quienes infringen reglas y causan perjuicios, sino que, contrariamente, contribuyen al desarrollo de una sofisticada moral que todo lo justifica y de una cultura de la trampa que todo lo invade (Vinyamata, 2003).
No debemos olvidar que la regulación de los conflictos debe estar enfocada al individuo, a los estudiantes, para entender y calmar sus estados de ánimo.
Y ahora que ya sabes un poco más de la regulación positiva de los conflictos… ¿la vas a poner en práctica?